El arte callejero en Bogotá es un dominio multinivel y multicultural. Bogotá contiene micro imágenes de todo el país, además de modelos de culturas y subculturas mundiales. Bogotá es caribe / pacífico / cundinamarca / méxico y estados unidos indiscutiblemente. Es españa / francia en camuflado. El mariachi de la 13 representa su México aunque no sea mexicano. Un chileno, como Chumaro (malabarista y clown), que se dedica a la gente colombiana es un colombiano aunque no lo sea. Un israelita como Eyal (performador callejero), corresponde a una escala de valores católicos para los católicos colombianos: en Bogotá ven a un ciudadano de Israel como el pariente de vuestro señor Jesús Cristo; una escala de valores de la cual él (Eyal) no tiene ni la conciencia ni el conocimiento.
En la pantalla de la ciudad o de la calle, el artista callejero, extranjero o local, se transforma de acuerdo a las necesidades y expectativas culturales de la ciudad. Un fenómeno que ocurre intuitivamente respondiendo a necesidades ocultas propias de la población misma. Rápidamente el artista callejero ya es una imagen con la que se está asociado, llegando a ser una decoración más orgánica del contenido: las representaciones locales.
En el caso de Bogotá, el lugar propone sus propios elementos a un artista “vagabundo”. Puede ser el idioma, o solo un poco mas de semántica y sintáxis. Como dominios enteros nuevos (como el código de policía bogotano o el culebrero presente en las plazas de la ciudad) o solo sus accesorios alternativos (el artista callejero que llega, empieza a saber cual semáforo puede ocupar, además de incorporar dentro de su rutina elementos del cuentero, ponerse las plumas de colores, etc.). Dominios que son elementos culturales que pertenecen al arte callejero:
“Unos argentinos que conocí, que cantan y tocan guitarra, siempre tenían en su repertorio las canciones del lugar donde cantaban. Se dan cuenta o es un hecho conocido que el contenido siempre ya esta allá, cada lugar ya viene con su contexto y la única forma de comunicarse con el ambiente es representar el mismo contenido desde su manera (con el ojo de afuera). Con eso obviamente viene otro elemento mas, que es el aspecto personal de un artista que trae sus orígenes, su personalidad, su creatividad, su visión, su educación, pero todo eso en primer lugar sirve para que el lugar mismo se represente en un nivel artístico mas avanzado, original y convincente”. Eshkara
El objetivo básico del artista callejero es llegar a un lugar, conocer y hacerse conocer por la población local y que ésta se integre a él. Al mismo tiempo, y desde el otro punto, el arte callejero posibilita la construcción del concepto de mundo en el lugar en donde están:
“La gente ve en la calle un español, un israelita, un chileno, un peruano, un argentino en un espectáculo en la calle. Ya no estás pensando en tu ciudad Bogotá, en tu país Colombia, sino en el continente, en el mundo. Lo que hace el artista callejero viajero, es que las cosas se ven más macro y que así no hables el mismo idioma, podes crear un espectáculo desde el lenguaje y es un lenguaje del nómada, del circo”. Io
Tal vez aquí hay una paradoja. En muchos casos no ocurre que el artista callejero se transforme inmediatamente en una parte del lugar, sino que se establece una relación entre la población y el artista, lo cual puede ser bien contradictoria. El malabarista argentino se queda argentino para el bogotano que vende en el mismo semáforo, pero para los visitantes de afuera (no solo fuera de la ciudad o el país, sino fuera de la localidad o barrio) la escena total pertenece a este lugar específico, lo que contribuye a la formación del estereotipo del lugar. Desde esta mirada, el artista extranjero puede parecer incorporado como el caso de Eshkara (artista ruso-israelita):
“A mí me llaman colombiano pero es claro que no lo soy. Pero parezco, y parezco porque me gusta. Eso quiere decir que yo soy un producto del propio mecanismo de adaptación que posee Bogotá. Soy biensito incorporado”.
Se hace evidente en el arte callejero, un Mecanismo de Transformación, ya que es un reflejo del contexto cultural propio, integrado desde diferentes dinámicas, con un contexto más global, y un espejo para cada tipo de espectadores, con sus expectativas especificas. Ocurre que para muchos turistas, los artistas/artesanos se representan como algo que pertenece a esta cultura, llegando a ser su contexto cultural para esta parte del auditorio.
Así una cuidad grande como Bogotá es un ejemplo representativo de cómo la imagen cultural de la ciudad puede ser transformada a través de elementos tan diferentes a la sola cuestión de sus orígenes. Claro que esta suma de elementos propios y ajenos, fuera del contexto de lo local ya pierde su sentido. La vida urbana genera un conocimiento particular de la identidad de uno y la identidad de otros, centrándose en el significado que la gente construye para adaptarse y dar sentido a sus vidas.
Marían Ríos